Grupo de Economía Solidaria

Contexto 

El desarrollo mundial del capitalismo ha construido un mundo más interdependiente e interrelacionado. Los progresos tecnológicos, económicos, sociales y culturales alcanzados, mayores que cuantos ha habido antes en la historia de la humanidad, han favorecido aceleradamente la interconexión del planeta en un fenómeno al que descriptivamente se le ha llamado globalización.

Este proceso está hoy en día estrechamente vinculado a un modelo económico y político, el neoliberal, sostenido en la búsqueda insaciable de las ganancias y la avidez por la acumulación, sin que importen en ello las personas ni la propia naturaleza.

En su codicia fomenta el consumo de manera descomedida, promueve el individualismo más egoísta y pretende la estandarización cultural. El dinero se ha convertido en un fin en sí mismo, por encima de cualquier miramiento ético, por encima de la satisfacción de las necesidades de la inmensa mayoría de la humanidad y de su bienestar.

Este modelo ha dado lugar a un sistema cada vez más desigual e injusto, donde una minoría acumula cada vez mayor riqueza y poder, mientras que miles de millones de personas sufren pobreza y discriminación y resultan las víctimas de las guerras y de la inseguridad permanente que promueven los promotores y beneficiarios de este modelo.

Frente a ello, se ha ido gestando un amplio y variado movimiento social, igualmente global, que pretende transformar esta situación desde una perspectiva que pone por delante a la humanidad, su bienestar y afán de justicia.

Parte de ese movimiento es el movimiento por la economía solidaria, cuya mirada y acción tiene a la economía como un medio para el desarrollo y al servicio del ser humano, el cual constituye el eje y el fin del desarrollo y de la economía. Éstos son vistos desde un modelo equitativo y sostenible, que permita una distribución más equilibrada, el mejoramiento de la calidad de vida de la sociedad y de sus integrantes y el respeto al ambiente.

Así, las capacidades humanas, el trabajo y las necesidades de las personas adquieren un valor que es superior al del capital.

El movimiento de la economía solidaria está integrado por una diversidad de empresas e instituciones –cooperativas, asociaciones y sociedades laborales, fundaciones, instituciones financieras alternativas y de banca ética, entidades que promueven el comercio justo, instituciones que favorecen el surgimiento de nuevas empresas solidarias–, ubicadas en diferentes ámbitos de la actividad económica.

Prácticas de Economía Solidaria 

Pero asimismo, la práctica de la economía solidaria es un terreno propicio para la reflexión transformadora acerca de las relaciones hegemónicas en la economía, el mercado, la sociedad y la política. Contiene la base material a partir de la cual cuestionar el orden existente y construir una alternativa al mismo.

La educación popular no se propone la atenuación de la pobreza o la dotación de capacidades para un desempeño más competitivo de los trabajadores en el mercado, sino impugnar el sistema desigual, injusto y excluyente y desarrollar una propuesta distinta a éste

La cuestión clave es encontrar una práctica que integre los propósitos económicos de los trabajadores que participan en iniciativas de economía solidaria, con objetivos sociales precisamente solidarios, estando en ellos varias instituciones afiliadas al CEAAL que producen reflexiones y propuestas, tales como las de: Félix Cadena y Laura Collin, “Los distritos de economía solidaria, la búsqueda de modelos recreables dentro del paradigma de la relación hombre–hombre, hombre–naturaleza, orientado al buen vivir”.

Ellos sostienen que el cambio del paradigma de la actividad económica no es algo imposible: “¿Es posible otro modelo? Definitivamente sí, con la tecnología actual se puede producir de manera descentralizada, en células interconectadas en redes”, afirman.

Plantean como alternativa el modelo de los Distritos de Economía Solidaria, que han sido experimentados en municipios de Tlaxcala, México, y sobre cuyas características abundan. Asimismo, establecen su relación con los principios de la Educación Popular.

Otras, como las de Pepe Pereira sobre, “Economía social y solidaria: Estudios de caso en la sierra norte de Ecuador”. Se basa en los resultados de una investigación realizada por el autor. Presenta la riqueza y diversidad de tres experiencias distintas, llevadas a cabo en Chota–Pimampiro, Otavalo, y Cayambe–Paquiestancia. El enfoque del estudio parte de la percepción y la perspectiva de los actores sociales que participan en ellas.

El responsable del estudio indica que el propósito del mismo fue aportar a la construcción del sumak kawsay (el buen vivir).
Concluye que a pesar de sus diferencias, las prácticas estudiadas constituyen y expresan “un modelo alternativo de economía social y solidaria en proceso de construcción” y “muestran la operación del principio general de reciprocidad, base fundamental de la cosmovisión y reproducción biológica y cultural de las sociedades andinas”.
La práctica del trueque y la organización de los mercados de intercambio es motivo de otras experiencias, bajo la responsabilidad de otro miembro del grupo, Antonio Salgado, que junto a Guillermina Ochoa desarrollan prácticas de economía solidaria con las comunidades P’urépecha, en Michoacán, México. Estas experiencias están basadas en la ayuda mutua, la fraternidad, la reciprocidad y la cooperación que sustentan la justicia en el intercambio que se practica.
Existen otros centros que desde la perspectiva de género realizan prácticas de economía solidaria como el Centro de Desarrollo Integral de la Mujer Las Abejas, Nicaragua; así como Nadia Rodrígues de EQUIP, Brasil; los cuales en sus experiencias plantean que existe una nueva forma de satisfacción de necesidades exigidas en el ejercicio ético, político de libertad humana.