Libro “Naturalezas Neoliberales. Conflictos en torno al extractivismo urbano-inmobiliario”, de Patricia Pintos y Sofía Astelarra. Editorial El Colectivo.

El libro "Naturalezas Neoliberales" analiza el modelo extractivo, desde la especulación inmobiliaria y los barrios cerrados hasta la organización social en defensa de humedales, bosques patagónicos y sierras cordobesas. Publicado por Editorial El Colectivo, exhibe políticas y actores que arrasan territorios y, por otro lado, los que construyen alternativas de vida.
Por Patricia Pintos y Sofía Astelarra*

Asistimos a tiempos en los que las huellas de identidad del neoliberalismo están marcadas de manera indeleble en la cotidianidad de nuestras vidas, y tanto es así que han pasado a integrarse a un sinnúmero de prácticas individuales y sociales, que ya forman parte del “sentido común con el que interpretamos, vivimos, y comprendemos el mundo”, como señala David Harvey. Pero esta suerte de fetichización acerca de sus alcances ofrece un costado todavía más problemático, relativo a la forma en que la ideología neoliberal se nos presenta como un estado inevitable y natural, que resulta en la despolitización de sus arbitrariedades e injusticias.

Si, como argumenta Smith, la producción capitalista es, a un tiempo, producción de naturaleza; el neoliberalismo, como su forma más intensa, evolucionada y destructiva, logró crear nuevas áreas para la acumulación del capital que hasta aquí estaban por fuera del horizonte de rentabilidad. La neoliberalización del mundo no humano se abrió paso a fuerza de novedosas y brutales formas de concebir, planificar, controlar, gestionar y producir la naturaleza, insertas en diferentes contextos y mediadas políticamente para instaurar a sangre y fuego un nuevo ciclo extractivista y, con él, la naturalización de profundos daños socioambientales, afectivos y culturales evidentes en la destrucción ecológica de territorios que son el sostén de comunidades indígenas y campesinas, de innumerables pueblos rurales y de una cantidad de expresiones del habitar ubicadas en los márgenes del derecho a la ciudad, en la mayoría de las áreas más densamente urbanizadas.

Vidas sometidas a mecanismos cada vez más sofisticados de la crueldad que actualizan el trauma catastrófico colonial y patriarcal, reversos necesarios del nuevo ciclo. Y todos ellos, devenidos en víctimas del despojo y el desplazamiento, o afectados hasta niveles críticos en sus condiciones básicas de vida.

Los acelerados cambios en la política, la legislación y los mercados llevados adelante en esta etapa, dejaron a las claras la unicidad entre discursos y prácticas de la ideología neoliberal, y aportaron condiciones de posibilidad a un intenso y continuo proceso de mercantilización de la naturaleza y de diferentes ámbitos de la vida, dejando al trasluz la ineluctable subsunción intensificada de la existencia a los principios organizadores del capital.

Presentado discursivamente como única salida posible a la postergación histórica de los territorios, el extractivismo neoliberal consiguió disponer a su arbitrio el destino de un conjunto de bienes de la naturaleza valorizados por la demanda del mercado, desapropiándolos de sus dinámicas históricas.

Y para ello produjo verdaderas alternativas infernales, encerronas trágicas planteadas como dilemas sin escapatoria, con enunciaciones del tipo: potenciar el agronegocio o perder oportunidades de exportación e ingreso de divisas; habilitar la minería transnacional o profundizar las condiciones de “atraso estructural” de las economías de subsistencia, dinamizar el desarrollo urbanístico sobre áreas ambientalmente frágiles o dejarlas libradas a la ocupación informal y la posibilidad de mayor deterioro ambiental.

La lista sería casi infinita y abarca todos los campos en los que el extractivismo neoliberal construyó nichos de oportunidad. Y de paso, para que la encerrona sea completa allí donde se constituye una alternativa infernal “la política da paso a la sumisión, e incluso quienes resisten pueden ser entrampados, es decir, definir su oposición en los términos fabricados por la alternativa”, como señalan Isabelle Stengers y Philippe Pignarre.

Un esquema a todas luces perverso y perturbador. Para asegurar este proceso, el repertorio de relaciones dominantes de la agenda neoliberal se concentró sobre cuatro condiciones esenciales: los marcos de gobernanza (que conciernen a los compromisos políticos institucionalizados esenciales para las negociaciones), la privatización de recursos para la libre disponibilidad por parte de empresas e individuos, el cercamiento de bienes comunes (para asegurar su uso restringido en manos de unos pocos actores dominantes y la exclusión de comunidades históricamente relacionadas con ellos), y finalmente la valuación, proceso a partir del cual ecosistemas invaluables y complejos reciben el trato de mercancías, mediante la fijación de precios.

Con estas reglas de oro adaptadas a las geometrías del poder propias de cada lugar, el extractivismo apeló a la homogeneización de los territorios, de los sujetos sociales y los entramados productivos, pulsando con desdén las cuerdas más sensibles de las tramas de la vida.

En la reconfiguración de la cartografía extractivista, las áreas urbanas y las actividades asociadas a ellas o a los espacios residenciales, estuvieron lejos de ocupar un lugar marginal como fuente de valorización de las socio-naturalezas. Por el contrario, numerosas prácticas y mecanismos extractivos devinieron legitimados por los gobiernos a través de un conjunto de supuestos discursivos, utilizados como “sentido común” por la ideología neoliberal, pero también por la aceptación de importantes segmentos de población, con base en la formalización de horizontes estético-aspiracionales de sociabilidad, de seguridad y de una elaboración idealizada de la naturaleza.

Estos esquemas de legitimación, marginalmente críticos de sus consecuencias más conflictivas, aportan una complejidad adicional para su desmontaje, y por lo mismo han contribuido de manera silenciosa a fortalecer los procesos de capitalización de la naturaleza que caracterizan a esta etapa.

Naturalezas Neoliberales

Este libro surge como un entramado reflexivo y crítico de procesos que abonan de manera particular a la praxis del extractivismo en sus variantes urbana e inmobiliaria, evidencia palmaria de que la complejidad en torno a las relaciones entre sociedad y naturaleza no se agota en la explotación de los llamados “recursos naturales”, y que pueden verse aquí como modos sofisticados de extracción de rentas del suelo para uso residencial, una entre las muchas soluciones témporo-espaciales con las que el capitalismo intenta resolver sus crisis de sobreacumulación.

Las pruebas empíricas que se recogen en los capítulos dan cuenta de procesos de producción y valorización especulativa de socio-naturalezas, que generan tensiones y conflictos, motivan acciones colectivas de defensa de los territorios y son base fundamental en la producción de discursos y narrativas que articulan modelos de producción, coaliciones de poder, formas de ejercicio de la política, prácticas sociales, y derechos.

Emergen desde los territorios múltiples organizaciones socioambientales que conforman un movimiento de justicia ambiental que, en algunos casos, trasciende la escala local para consolidarse como casos emblemáticos que amplían las problemáticas socialmente relevantes y tienen efectos políticos e institucionales perdurables.

Organizaciones o comunidades locales organizadas que ponen de relieve memorias, narrativas, modos de vida y de afectividad constitutivas en la larga historia de los territorios, entretanto afloran otras nuevas que imaginan y recrean las maneras de habitarlos en el contexto de crisis o colapso ecosocial. Desde abajo, hace ya medio siglo, se gesta el giro eco-territorial y ecofeminista, diferentes actores sociales re-existen y pulsan por imaginar un mundo en el que quepan muchos mundos habitables.

El territorio se convierte en espacio significado por nuevos sentidos de la vida o por la re-invención del mundo de la vida. De allí que en los conflictos socioambientales-territoriales se expresa no sólo la oposición al extractivismo urbano-inmobiliario y a la valorización económica liberal de la vida; sino la visibilización e imaginación de las alternativas de mundo, la existencia y apuesta por un mundo diverso, por el ensamblaje de múltiples territorialidades, de diferentes territorios de vida.

*Extracto de la introducción del libro publicado por Editorial El Colectivo.

**Patricia Pintos y Sofía Astelarra son las coordinadoras del libro. 

Este artículo fue publicado originalmente en Tierra Viva 

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